En el Mucha (Museo de Chacras), el reconocido artista Drago Brajak presentó más de cien dibujos bajo el título de “Paisajes imaginarios”.
Cuando expuso en la década del '70, en Los Andes le hicimos las notas correspondientes. Los 'personeros' de la dictadura levantaban sus muestras y Drago recuerda, con cierta admiración, que nos animábamos a escribir, porque tal cosa podía significar desde la pérdida del empleo hasta desaparición física.
Hay aquí una porción de historia del arte de Mendoza que quedará para una ocasión propicia. En una de esas notas, dijimos: "Drago Brajak habla con nostalgia de su niñez en Europa, pero sin tristeza. Se siente intensamente argentino y le gustaría, como a quien va en busca de sí mismo, reencontrarse con esa patria luminosa que lo vio nacer, para recordar y recordarse mejor.
Al llegar a nuestro país quedó asombrado por las distancias, a pesar de que en Yugoslavia ya le habían enseñado sobre la Argentina, como de sus particularidades: era considerado el país más europeo de América y ya en Mendoza lo emociona la montaña, imponente y desértica, en franco contraste con el verdor de su Karlovac".
Luego de referir las bromas que le gastaban en la escuela por su acento (que nunca perdió), opinábamos: "Los dibujos son módulos donde esporádicamente aparece el hombre. Aquí el espíritu se hace sentir por dolorosa ausencia. Es una forma de cantarle a la vida por el absurdo, es decir, exhibiendo la belleza del no-ser. Por otra parte, se percibe, también, un sentimiento de opresión, el que subyace en la sociedad actual y aquí la ironía es la defensa, legítimamente artística, que Brajak ensaya contra el miedo y las posibles ciudades de arquitectos extraviados, con seres humanos que hacen de la alienación un culto, hasta reducirse a máquinas".
Posteriormente, nos hemos ocupado de su magnífica y original obra en sucesivas notas y hemos dado cuenta de su capacidad para captar la belleza, áspera y lírica a la vez, inquietante y dramática en ocasiones, a través del color en formas abstractas. Son muy pocos los artistas locales que, como él, habrán de figurar en una historia del arte dentro de cien años.
De su trabajo actual, opina con todo acierto en el catálogo el maestro Luis Quesada y también dice lo suyo Luis Scafati, otro maestro aunque de una generación más joven.
Como hace años que no exponía, no se presenta a salones ni busca premios y, aunque da clases en la Escuela de Artes de la UNC, vive recluido en su granja, para refrescar la memoria, aquí van algunas respuestas de su entrevista."Sólo utilicé rotring y lápices de colores. El color me sirve para hacer equilibrio entre grises y negros. Formalmente, es casi como un agregado, para dar cierta alegría. Trabajo todos los días y me levanto temprano, de modo que diariamente dibujo".-¿Qué diferencia hay entre el grabado abstracto de tus últimos años y el dibujo? -Lo sigo haciendo. La diferencia está en la resolución técnica y en el precio. Si uno acá sacara los elementos, que son casi decorativos, la simbología así, improvisada, si la despojara un poquito, se acercaría a lo que son mis serigrafías, aunque, sin duda, hay similitudes. Para mí, el dibujo es una especie de narración de cosas que no existen, pero que son posibles. Mientras que la serigrafía tiene una relación más directa con la escultura. En la serigrafía, igual que acá, utilizo las composiciones como proyectos de esculturas, a lo que nunca pude dedicarme.
-¿Vas a hacer escultura?
-Luego de esta etapa, voy a aflojarle al dibujo y dentro de unos días comienzo con la obra gráfica, que la tuve casi ocho años postergada. Tengo ya los materiales para comenzar. Voy a tomar algunas de estas cosas que, en realidad, son proyectos de esculturas. Quitando todos esos elementos que los convierte en paisaje, veo formas abstractas puras. Habitualmente, dispongo de tres mesas de dibujo y hago tres a la vez. Cuando me llega el cansancio, cierto aburrimiento en el tema, ahí dejo.
-¿Dibujás sobre la mesa? - No. Trabajo con el papel en el aire. La mesa de dibujo es el soporte de mis manos. Porque la rotring es un elemento muy delicado. Entonces levanto el papel de tal manera que la tolerancia entre la presión de la rotring y el papel suelto, sea la adecuada y no se rompa la punta.
-¿Así aparecen esas filigranas que se pueden relacionar con los pelos íntimos? -Me han dicho que algunos dibujos son perturbadores. Yo no me lo creo. También imaginan cosas que a mí no se me han ocurrido. Pero es bueno así, que la gente imagine lo que quiera (risas).
-Esos pelitos también están en el ámbito vegetal y bien pueden ser nuestras barbas.
-Es una cuestión casual. Acá no hay pincelada. Para lograr los negros intensos hay una continua reiteración y el material me obliga a buscar una técnica para que el elemento sea dúctil y pueda lograr lo que quiero. Esa espacialidad, que un poco es mi problemática con la escultura, se convierte en un espacio virtual, pero sigo manejando elementos que podrían ser relieves, que son formas corpóreas y la única manera de que la rotring se convierta en una cosa agradable, es haciendo ese tipo de vueltas. Llego a los negros plenos con ese procedimiento. La rotring es dura y está hecha para que el arquitecto dibuje, no para mí. De lo contrario, debería recurrir al aerógrafo, que lo detesto.
-¿Dirías que el aerógrafo es un facilismo? -En general, se lo utiliza como un facilismo y termina siendo kitsch, de mal gusto. Porque es tan dulce, que si no se lo maneja con ascetismo termina siendo lo que dije. Sirve para dibujo publicitario.
-Hablando de ascetismo ¿no estás un tanto barroco en esta muestra?
-Creo que sí. Es casi un barroquismo.
-Me cuesta relacionarlo con la escultura. ¿Vas a hacer escultura barroca? -No (muestra un dibujo, ninguno tiene título). Esto es una escultura para mí. Despojando de estos elementos, que es el juego liviano y para mí agradable de la ornamentación, queda la escultura, una forma absolutamente pura. Es la búsqueda de una estructura espacial. Lo mismo pasa con aquel, que tiene un triángulo neto. (Ríe porque alguien hace una relación erótica). Pero también dicen que es la santidad, y ese es mi caso (más risas).
-¿Qué material vas a usar en escultura? -Yeso, porque así puedo lograr lo que busco. No tengo alternativa. Luego se podrá pasar a otro material más noble, como el bronce.
-¿No te gusta el barro? -No. Me gusta amasar fideos, pero el barro no. Me gusta la talla directa. Hago bloques y luego los tallo.
-Las partes ajedrezadas parecen combinar lo racional con lo emocional.
-Por la utilización de algunas formas elementales, hay quien dice que yo en el fondo tengo algún problema con una mística religiosa profunda, y es absolutamente falso. -A mí me parece que vos sentís que el sexo es soberano y estos dibujos son una metáfora de ese sentimiento.-Para mí son esculturas o relieves. -Algunos se asimilan a la arquitectura.-La escultura es lo más cercano a la arquitectura, que la amo. Si hubiera tenido la posibilidad, hubiera estudiado arquitectura. También me gusta jugar con el blanco y dar un golpe, metido en una configuración bastante compleja.
-¿Cuándo comenzás con la escultura? -Ya, en estos días. Tengo registro de una experiencia que hice en el Área Fundacional, de la que me quedaron los moldes. Y es lo que tendría que haber seguido. Poseo elementos de los últimos diez años, que voy a retomar. En tres o cuatro años, el área de parque de mi estudio va a estar llena de esculturas.
-¿Cómo se compatibiliza el granjero en contacto con la vida natural y el artista que produce algo tan refinado?
-Es que la naturaleza también es abstracta. Cuando uno sube al avión y mira para abajo, lo que ve es abstracto. El micro y el macrocosmos son semejantes. Lo mismo pasa con lo figurativo y lo no figurativo. No niego que hay disidencias sobre esto, pero en mi caso es tan natural y cotidiana una cosa como la otra. Los seres humanos no somos compartimientos estancos. Tenemos la capacidad de vivenciar los diversos elementos que nos ofrece la naturaleza. Por otro lado, yo no podría trabajar en un estudio cerrado, sin poder ver los árboles, los pájaros, las aves de corral. -¿Te reconocen en tu país natal?,-A los inmigrantes, cuando volvemos, nos ocurre algo muy particular, porque nos resulta muy difícil entender las relaciones culturales. De cualquier manera, a mí me impresiona lo bien que trabajan. En Croacia, hace menos de una década que terminó la guerra. Bueno, no hay rastros y hasta los municipios más chicos tienen galería de arte. Mi ciudad, Karlovac, con sólo cuarenta y cinco mil habitantes, tiene cuatro o cinco galerías, que poseen un montaje y una curaduría que acá sólo encontramos en Buenos Aires. No sé cómo son los mecanismos, porque tienen problemas económicos, pero seguramente que manejan el dinero mejor que nosotros, con más seriedad.
-¿Cómo te fue? Vendiste? -No tuve que pagar absolutamente nada. No vendí porque no me convenía. He donado. Mi país está todavía sin entrar en la Comunidad Europea. En España, un dibujo de veinte por treinta me lo pagan en 370 euros. En Croacia, en cambio, vale mucho menos. Entonces preferí donar que malvender. Además, me dio mucho gusto dejar obra.
Por Andrés Cáceres para Diario Los Andes
El Sr. Drago Brajak es escultor y artista gráfico, vicepresidente de la Asociación de Croatas de Mendoza y un amigo personal al que quiero mucho y quién nos recibió en su casa en contadas oportunidades. Nanci.
19 de febrero de 2009
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