7 de diciembre de 2009

El médico de los violines

El violinista de la OSCyL Zeljko Haliti es el luthier de cabecera de algunas estrellas de la cuerda.
Hay noches que su teléfono, fijo en un pueblo de la meseta, suena. Es una llamada desde Moscú, desde Colonia, desde Amsterdam o París. Y al día siguiente coge la maleta, veinte kilos de material, un avión y acude a curar a sus curiosos pacientes. Zeljko Haliti va preparado para tratar instrumentos de cuerda pero quienes padecen más son sus tañedores. Y es comprensible. Frank Peter Zimmermann, Yuri Bashmet o Janin Jansen, por citar tres ases del arco, tocan 'de prestado'. Bancos, ministerios, instituciones de patrimonio nacional, son los dueños de los instrumentos que les acompañan en cada aplauso, cada día de estudio. Y la voz de estos músicos -su preciado sonido- sólo la encuentran con ese violín o esa viola, sin ellos poseen la música pero no la pueden transmitir. Genios mudos.

Zeljko Haliti es un violinista croata que toca en la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Dice que su abuelo y su padre le inocularon «el veneno» del oficio de luthier. Y lo empezó a ejercer por la necesidad de un solista cuando la OSCyL vagaba por escenarios teatrales en Valladolid. El violinista era el alemán Albrecht Breuninger, se le rompió una cuerda que movió el puente. Esa fue la primera 'cura de urgencia' de Haliti en España. El paciente, un Nicholas Lupot de 1803. «Tocar violines históricos es como conducir un mercedes. Luego cambias a uno de factura moderna y es como conducir un 600», dice el violinista de Split.

Salvador de almas
Aquella urgencia le descubrió como luthier para sus compañeros de orquesta, quienes guardan pacientes su turno en la lista de espera que suele tener. Se le disputan con los clientes internacionales y con tres ensembles, el Matheus de Spinosi, el Giardino Armonico de Antonini y el Jerusalem Quartet.
Cuando no son urgencias, instrumentos y músicos se acercan a su 'sanatorio'. Es un taller modesto, con instrumental ambivalente -fácil de imaginar en el dentista, en la sastrería-. Son los puentes colgados de la pared los que dan la pista. Piezas de madera aparentemente idénticas pero en escala. Graciosas las de violín, esculturales las de contrabajo. La mayor parte vienen de Francia, aunque Haliti trabaja con otros fabricantes en función de los instrumentos a arreglar. Vienen de serie cortados, pero los puentes tienen que ajustar perfectamente así que es él quien deberá pulir los arreglos. «Para lograr el sonido perfecto, hay que dar el corte perfecto. El puente es una pieza determinante tanto para el sonido como para el instrumento. Si se coloca con presión inadecuada, puede dañar la madera. No sólo es una cuestión de física y de acústica, que también, sino un sexto sentido que te dice que ese mí o ese sol es el que debe ser».

Las paredes del taller también están forradas con fotografías y dedicatorias de su gran amigo Frank Peter Zimmermann, de Dmitri Sitkovetsky, de Yuri Bashmet, de Julian Rachlin... En un mundo, también el musical, de conocimiento y comunicación digital, funciona, sin embargo, el boca oído y las cartas de recomendación. Allí están las firmas de los citados instrumentistas, refrendo de su confianza y satisfacción con «el salvador del alma de mi violín», como le dijo Albrecht Breuninger.

«Hay veces que hago labores de mantenimiento. Por ejemplo el 'Hilton' de Zimmermann lo veo cada vez que vuelve de una gira por América o Japón. El calor tropical le suele descompensar. Otras acudo a su llamada porque les pasa algo a los instrumentos o por que los músicos son atacados por los virus de su cabeza. De repente notan que no les suena, no se ha movido nada pero sin embargo consideran que algo falla», explica Haliti.
Uno de los que padeció el 'virus' justificado fue Dmitri Sitkovetski, segundo director invitado de la OSCyL en la anterior temporada. Tuvo un accidente de coche con su violín poco antes de una grabación con Goldberg. El impacto le asustó y Haliti tuvo que hacer el camino a Londres, aunque luego resultara una revisión rutinaria del stradivarius.

Limusina y guardaespaldas
El último susto 'vírico' fue el de Yuri Bashmet. Hace un mes requirió de sus servicios. Para cuando Haliti llegó a Barajas ya tenía pasaje, hotel y contacto en Moscú. «Llegué y a la puerta había una limusina. Pensé que vendría alguna estrella cuando veo que bajan la ventanilla y me llaman. Era para llevarme al hotel, a mí y a dos guardaespaldas». En el hotel debía esperar a que llegara la viola del maestro, una Paolo Tesoro. Pero a media noche no había aparecido nadie. «Es un trabajo que no puedes hacer con el tiempo justo, requiere mucha paciencia, tranquilidad y conocimiento. Ya me estaba poniendo nervioso cuando me llaman para ir a una cena con la Ministra de Cultura (el instrumento está bajo su responsabilidad), Bashmet y otra gente. Estaba preocupado porque tenía que hacer el trabajo al día siguiente, por la tarde me iba. Al final lo hice».

Haliti considera que lo que le diferencia de su vecino, un excelente ebanista y restaurador, es el oído. «Hay que tocar el instrumento para poder apreciar el sonido que se busca», dice. Y además del instrumento, tener en cuenta las características de su instrumentista habitual. «Por ejemplo hay violinistas que sostienen el violín, no lo aprietan. Otros tocan con mucha fuerza y eso tiene su efecto en el instrumento». En cuanto a familias, Haliti define los stradivarius como el sol, «instrumentos con luz interior» frente a los guarneri, la luna, «propios para quien se aferra con fuerza al violín».

El incalculable valor de estas cajas hace que tengan un 'médico' oficial del seguro, «aunque los músicos eligen después un luthier personal». En el 2008 Haliti vivió un revés profesional. Llamado por el Gobierno de Navarra para arreglar el violín de Sarasate, le acusaron de intrusismo y de dañar el instrumento. «De aquello aprendí la palabra intruso, que aún no conocía. Yo no quité el trabajo a nadie, me llamaron ellos. Me acusaron de robar piezas, cuando mi intervención se hizo delante de peritos y la famosa raja que me achacaban hubiera impedido sonar al instrumento en el concierto de concurso». Al final el Gobierno de Navarra emitió un comunicado en su defensa. Zimmermann, su alma gemela, le aconsejó que dejara pasar la tormenta, que su crédito estaba probado.

Ahora el violinista se prepara para París. Allí pasará el mes de enero con su esposa, también violinista, tocando en el Ensemble Matheus y con el móvil abierto, para las urgencias.

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