27 de mayo de 2009

Rezar con los cantos de Taizé en un pequeña isla del Adriático

Luego de la visita de un hermano en Croacia, en marzo, una joven de Hvar, Zorka, escribió su testimonio sobre la vida de los cristianos en esta isla en medio del mar Adriático.

Para llegar a la isla de Hvar desde Split hace falta una hora de catamarán o dos horas de ferry. En el mundo del turismo, nuestra isla es conocida como un lugar de vacaciones superpoblado, durante el verano, con sus yates de placer, y lleno de la algazara de diversas lenguas y culturas. El invierno, en cambio, la vida aquí es completamente diferente: callejones y negocios se vacían después de la primera lluvia y la gente vuelve a sus tareas habituales – un poco de agricultura, un poco de pesca y los preparativos para la temporada turística siguiente.

Hace diez años, en lleno verano, en el momento en el que todo el mundo – jóvenes y viejos – está ocupado en los hoteles y los restaurantes, un grupo de jóvenes fue por primera vez a Taizé. Con impresiones más que positivas, volvimos una semana más tarde a la densa y caótica pelea del verano en Hvar. Con el pasar de los años las idas de los jóvenes de Hvar para Taizé se sucedieron, pero hace dos años surgió una pregunta: « ¿Cómo podríamos dejarnos inspirar, en nuestra vida y en nuestro medio insular, con lo qué vivimos en Taizé? ¿Acaso podríamos reencontrarnos para organizar oraciones y encuentros entre nosotros? » Reflexionamos pues sobre la mejor manera de proponer esto a nuestro medio ambiente insular, que es tradicionalmente bastante cerrado, y sobre todo a jóvenes que nunca hicieron esta experiencia de oración y de silencio, y que van sólo raramente o incluso nunca a la iglesia. La pregunta del lugar, en cambio, no inquietaba: nuestra isla tiene una cantidad de capillas magníficas de la Edad media que parecen destinadas a una oración contemplativa. Una iglesia a Starigrad por ejemplo, data del siglo VI; uno se sienta en el suelo cubierto por mosaicos precristianos.

Entonces decidimos vivir, como a Taizé, una oración con el tiempo de silencio, antes de reencontrarnos para un intercambio sobre un texto bíblico en pequeños grupos, sin olvidar el pic-nic. Al principio, nos encontramos una vez al mes, a cinco o seis. Cantamos juntos y tratamos de ponernos en marcha. Después de dos o tres veces , comenzamos a invitar a unos amigos interesados, para que ellos vean por lo menos de qué se trataba… Eran un poco escépticos al principio, dado que nunca habían rezado ni guardado silencio de dicha manera. Los cantos les resultaban un poco inhabituales pero fue en el intercambio bíblico que se lograron integrar desde el arranque; a menudo hasta no teníamos tiempo para pasar a la segunda pregunta. Cada encuentro pasaba de otro modo que cómo previsto, pero volvíamos siempre a casa colmados de una nueva experiencia. Así fue que tuvimos la idea de prepara la oración cada mes en una parroquia diferente de la isla para enganchar a más jóvenes.

Uno de nosotros cursaba sus últimos años en el seminario de Split. Desde el año pasado, es sacerdote en una aldea de Brač, la segunda isla de nuestra pequeña diócesis. Este año, en marzo, algunos fuimos un fin de semana a su casa. Es un viaje de una media jornada por cada sentido; incluso si nuestras dos islas están separadas solamente por un canal de menos de diez kilómetros de ancho, no hay barcos directos. Cansados al llegar, nos reencontramos sin embargo para la oración desde la primera tarde. Era como si alguien atenuase nuestro cansancio del largo viaje. Por la tarde siguiente preparamos la oración en una capilla a orillas del mar. Fue probablemente la primera vez en la historia que semejante oración común se efectuaba en esta isla. Vinieron una veintena de jóvenes, lo cual nos alegró mucho, en vista de las circunstancias locales. Luego, ellos hicieron saber cuánto apreciaron este momento…

Ahora, esperamos haber suscitado su curiosidad; tal vez ellos vendrán este verano con nosotros a Taizé. Pero el obstáculo más grande es que muchos empiezan un trabajo temporal desde el fin de las clases. ¡Pero la temporada en las islas dura hasta a mediados de septiembre por lo que no tenemos vacaciones de verano! No obstante, un joven de 17 años, Mario, nos dijo que era posible: « Yo tengo mi propio stand donde hago tortitas para los turistas. Con el dinero que gano durante el verano, vivo el resto del año, como la mayoría de la gente aquí. Pero quería verdaderamente ir a Taizé. Contraté entonces a un amigo para que se ocupara de mi stand y me fui en agosto en medio de la temporada, cuando hay más turistas. Y recuperé mi trabajo de regreso. »

Tal vez que este ejemplo, y nuestros esfuerzos en la isla, serán un estímulo para que otros hagan esta experiencia magnífica de comunión, y que se dejen inspirar por lo que se puede vivir en Taizé. Llevamos este deseo en nuestros corazones y procuramos realizarlo alrededor nuestro.

*La Comunidad de Taizé es una comunidad monástica cristiana ecuménica, fundada por el teólogo suizo Roger Schutz (conocido como Hermano Roger) en 1940 en la localidad de Taizé, Francia, que continúa siendo su sede.
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