Viajamos en moto por Croacia. Pocos países en el mundo te reciben con los brazos tan abiertos como lo hace Croacia. Paisajes de postal, ciudades de cuento y playas de cristalinas aguas se entremezclan con cultura y tradición de tal manera que el viajero sólo puede quedar con la boca abierta a medida que avanza en su camino.
Cuando pisas Croacia por primera vez viajando en moto entiendes perfectamente por qué se ha convertido en un destino ineludible. Lo tiene todo para seducir al visitante y lo hace sin pretensiones, de manera sencilla pero cautivadora. Desde el primer momento lo sientes como tuyo y deseas descubrir cada rincón. Sin prisas, sobre tu moto… sólo hay que dejarse llevar.
El placer de viajar en moto
Pongamos el punto de partida en la capital, Zagreb. Un buen lugar para hacer acopio de todo lo necesario y aclimatarse al nuevo destino. Ciudad alegre y bella, pero, que ante la inminencia del viaje no te detendrá en exceso. En seguida apetece «meterse en harina» y empezar a hacer kilómetros. Por las inmediaciones de la gran urbe es muy recomendable hacer una parada en Kumrovec, ciudad natal del mariscal Tito, Varazdin, para ver su impresionante castillo, y en Samobor, una preciosa localidad de estilo austriaco famosa en todo el país por sus dulces.
Poco a poco la ruta se va haciendo más verde y montañosa, tan sólo un anticipo del impresionante paisaje que se avecina: el Parque Nacional de Plitvice. En el camino asoman imponentes fortalezas medievales que dominan inexpugnables el horizonte. Frondosos bosques de hayas, abetos y pinos, donde aún habitan en libertad osos y lobos, son el escenario por donde transcurre esta travesía. Una vez en Plitvice, lo mejor es dedicar unas horas a estirar las piernas y sacar la cámara para inmortalizar las impresionantes cascadas que parecen sacadas de un cuento (hay alojamiento allí mismo). En la ruta también se encuentra el Parque Nacional de Krka, famoso por sus mágicos juegos fluviales escalonados, que abarca la mayor parte del cauce del río Krka y llega desde la ciudad de Knin a la histórica Skradin. En este parque hay habilitada una zona para zambullirse. Importante: si viajas en verano no olvides el bañador. Después se puede continuar en dirección a la costa atravesando toda la región de Dalmacia, allí esperan buenas curvas y carreteras que te permiten mantener un buen ritmo y disfrutar de la conducción.
Vestigios de la guerra
Cuando viajas por el interior de Croacia hay momentos en los que no puedes evitar estremecerte. Los pequeños pueblos por los que discurren las carreteras comarcales todavía tienen vestigios de la terrible guerra que asoló el país entre 1991 y 1995. Una guerra cruenta y sanguinaria incomprensible en tiempos modernos y entre países civilizados. Casas derruidas, fachadas con agujeros de bala y mortero e incluso zonas de acceso prohibido debido a la existencia de minas antipersona, son habituales en el paisaje. «Yo no quería luchar, estoy en contra de la violencia, pero la guerra llamó a las puertas de mi casa y tuve que defenderla», nos contaba Danijiel uno de los guías de este viaje. Como él, la mayoría de los jóvenes de entonces, y ahora hombres de mediana edad, tuvieron que empuñar el arma y enfrentarse al ejército serbio. Por eso es admirable la actitud de los croatas, que teniendo presente su terrible pasado no miran atrás, sino que trabajan unidos por un futuro esperanzador, que desde hace ya más de un lustro se sustenta en el turismo, su principal fuente de ingresos.
Belleza costera
Y por fin el deseado trofeo. La costa adriática. Un compendio de ciudades de influjo romano y marcadas especialmente por el estilo veneciano renacentista que sorprenden al viajero con su historia y decorados. La primera en aparecer, si se baja desde Zagreb, es Zadar. Una urbe imprescindible para hacer noche en este viaje. Paseando por las calles de inmensos adoquines del casco antiguo, observarás como el sabor del pasado glorioso de la ciudad se entremezcla con los numerosos comercios, galerías de arte y una amplísima oferta gastronómica. En la parte «nueva» el principal atractivo es el inmenso «órgano marino» que preside el puerto. Según la intensidad del viento y las olas sus 35 tubos entonan una melodía diferente que puede escucharse las 24 horas. Su cautivador sonido, que recuerda al de la época de apareamiento, ha llegado a atraer a curiosas ballenas jorobadas que han desviado su ruta hacia el Pacífico.
A tan sólo 70 km de Zadar se encuentra Split, una ciudad embaucadora y única. Única por ser capaz de albergar a gran parte de la población dentro de sus murallas que datan de la época romana (300 A.d.C). La belleza que surge del cruce de culturas te deja casi sin aliento. Es un enclave cosmopolita por su universidad y por la llegada constante de turistas de todos los rincones del globo. Tiene buen ambiente nocturno durante todo el año, muy bullicioso en verano. Si se dispone de tiempo, se puede cruzar a la isla de Brac donde se encuentran algunas de las playas más bellas del país. Y para finalizar el viaje por la costa qué mejor destino que la «Perla del Adriático»: Dubrovnik. La ciudad más conocida de Croacia y que bien se merece este calificativo. En el siglo XV un terremoto la dejó en ruinas, y en la guerra serbo-croata quedo devastada por la aviación. Sin embargo, una magnífica reconstrucción ha permitido que vuelva a brillar con luz propia, como lo hacía en el Barroco.
Recorriendo las islas
El mar Adriático baña más de un millar de islas, pero tan sólo 50 de ellas están habitadas. Uno de los principales placeres para el motorista es recorrer algunas de ellas sobre dos ruedas. Las más grandes y de mejores infraestructuras son Dugi Otok, Cres y Krk. Para acceder a ellas lo mejor es emplear ferrys, muy baratos, rápidos y con buena frecuencia (sobre todo en verano). Algunas de ellas están intercomunicadas con impresionantes puentes, pero ¡ojo! es posible que en invierno, o con mal tiempo, estén cerrados por los fuertes vientos que pueden llegar a tumbar camiones…
Son islas con poca vegetación, más bien áridas, pero con un encanto muy especial que radica en la variedad de sus playas –de arena, piedras, cristalinas, solitarias o concurridas- y en las interminables curvas de buen asfalto que incitan a correr. Suele haber una carretera principal que en la que se circula lento si no estás rápido al salir del ferry, por eso es mejor preparar todo antes de que se abra la compuerta y salir en «pole position» para no encontrar coches y camiones en la ruta.
Desde la isla de Krk se puede coger un ferry a Rijeka, la tercera ciudad más grande del país. Una agradable carretera de montaña desemboca en este enclave portuario con atractivos turísticos de todo tipo. Si dispones de tiempo –y dinero- y te apetece disfrutar del Adriático en estado puro, allí mismo se puede alquilar un barquito que te lleve por las islas durante los días que desees. Sin duda, una de las mejores maneras de decir adiós a este viaje.
Fuente: Motociclismo.es
17 de septiembre de 2009
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