Ivan Ljubicic ha aprovechado su momento. La suerte que le ha faltado en muchas etapas de su carrera la ha encontrado en plena fase terminal, a los 31 años. Una semana de ensueño en el desierto californiano le ha bastado para colmar una vieja aspiración que parecía marchitarse con el tiempo: ganar un Masters 1000. Además, lo ha hecho sin jugar al nivel de sus mejores épocas. El croata mantiene intacta su eficacia con el servicio, pero ha perdido vigor con sus golpes de fondo. También ha visto reducida su capacidad física. Sus mejores años (2005 y 2006) pertenecen al pasado. Aún así, se ha llevado el título ganando a Novak Djokovic, Rafael Nadal y Andy Roddick, entre otros. Casi nada.
Este triunfo le ha hecho saltar 12 puestos en el ranking, situándose decimotercero. El ex número tres del mundo ha sido el primer sorprendido. Justo un año después de plantearse la retirada -había bajado al puesto 74-, ha rentabilizado al máximo sus cada vez más limitados recursos y ha asestado un duro golpe a los especialistas en pronósticos.
Mucha gente había olvidado sus épocas de bonanza. Ljubicic fue un grande del tenis. Llegó a ser considerado el segundo mejor tenista del mundo en pistas rápidas, superado únicamente por Roger Federer, después de realizar una fantástica temporada en 2005 y dar a Croacia su primera y hasta ahora única Copa Davis.
Para llegar a estos niveles, Ljubicic tuvo que sufrir lo suyo. Y no en lo deportivo, sino en lo personal. En 1992, cuando tenía 13 años, abandonó junto a su familia su domicilio de Banja Luka (Bosnia-Herzegovina) para instalarse en un campo de refugiados de Croacia. La guerra de los Balcanes fue la causa. En aquella región se producían desapariciones a diario. El propio tenista reconoció que muchos de sus amigos desaparecieron y que no volvió a saber nada de ellos.
El padre del jugador se percató de que la vida de su mujer y sus dos hijos estaba en peligro, por lo que recurrió a algunos contactos para obtener billetes de avión para Belgrado, ya que huir de Bosnia en carretera era imposible. Una vez en la capital serbia, el siguiente trayecto era en autobús, con 48 horas de odisea a través de Hungría y Eslovenia hasta encontrar el campo de refugiados croata. Como quiera que los hombres no podían abandonar Bosnia, el padre de Ljubicic tuvo que permanecer en su país. Durante seis meses no se supo nada de él, hasta que un día localizó telefónicamente a su familia para anunciar que había logrado organizar su huida. Poco tiempo después se unió al grupo.
Los Ljubicic empezaron a reorganizar su vida en Rijeka, aunque un año después Ivan volvió a mudarse, esta vez a Italia, donde un club de tenis ofrecía sitio a jóvenes talentos pertenecientes al campo de refugiados croata. Ese fue el punto de inflexión en la vida de Ljubicic. Ahí es donde empezó a cimentar una carrera deportiva que, por lo que se ha podido ver en Indian Wells, aún no está totalmente acabada.
Fuente: Por encima de la red
24 de marzo de 2010
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